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viernes, 26 de agosto de 2011

Orígenes de La Cañada de Urdaneta



Orígenes de La Cañada de Urdaneta
            La historia es la maestra de los pueblos, decía Cicerón. Ella permite que por el conocimiento cierto y la justa valoración del pasado los pueblos construyan su presente y se proyecten al futuro en un proceso dialéctico en el que el aprecio por la propia identidad refuerza la estructura socio-cultural y fomenta el desarrollo de los propios valores y el incremento de la autoestima como herramienta básica para la edificación de la libertad personal y las libertades sociales. En tal sentido la formación de la identidad local es un principio sine qua non para la edificación de la identidad nacional.
            Superando las rigurosas exigencias de la historiografía moderna y gracias a un tremendo y personal esfuerzo editorial, en 2003 el Dr. Luis Rincón Rubio publicó su libro “La Inmaculada Concepción de La Cañada”, obra sin precedentes en la región, en la cual por medio del estudio de la parroquia eclesiástica Inmaculada Concepción como una “unidad político administrativa básica en la Hispanoamérica colonial”, aborda los orígenes, estructura familiar y prácticas sociales de lo que hoy se conoce como La Cañada de Urdaneta, desde 1688 a 1838.
En tal sentido, uno de los más interesantes datos que aporta la obra se refiere al hecho de que la Cañada nunca fue fundada, sino que es el producto de un poblamiento continuo que se inició no mucho después de la fundación de Maracaibo. De hecho, el autor, con pruebas en mano, demuestra que ya para el año 1688 existían asentamientos humanos en la zona que ocupa La Cañada y que en un mapa de aquellos tiempos es referida como “la costa de los hatos de La Cañada”. De modo que la fecha del 8 de diciembre de 1752 que aparece en el escudo oficial del municipio como fecha de la fundación es absolutamente falsa. Nunca hubo una fundación de La Cañada, y mucho menos en una fecha tan tardía, ya que según la obra en referencia, casi un siglo antes de tal fecha, ya existían los primeros asentamientos humanos en el área, lo que significa que el proceso de poblamiento debió iniciarse a mediados del siglo XVII.
            Mediante esta obra, el autor ha puesto en manos de los cañaderos de hoy y del mañana un invaluable instrumento para el conocimiento de sus orígenes y la promoción de su identidad. Instrumento que deberíamos todos aprovechar, especialmente las autoridades civiles y educativas del municipio a fin de explotar en beneficio de la colectividad su valor histórico, cultural y educativo. Quizá mediante la publicación de una versión popular que pueda estar al alcance de todos y sea accesible también a las bibliotecas de aula y/o mediante la inclusión del nuevo conocimiento en los programas educativos de las escuelas, sobre todo en estos tiempos en que se habla de desarrollo endógeno y educación en la formación de la identidad local.
    
Alberto José Gutiérrez

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